Antes del streaming, la nube y los smartphones; antes de que el internet estuviera en todos lados y en todas las cosas, existía la rocola celestial; o al menos existía en concepto. Se trata de un término creado Paul Goldstein, profesor de leyes y experto en propiedad intelectual de Stanford, en 1994 para referirse a un hipotético servicio virtual que les permitiría a las personas escuchar cualquier canción que quisieran en cualquier momento. En la actualidad, programas así ya están más que normalizados, pero, por años eran sólo producto de la imaginación de académicos y aficionados de la música y tecnología.
Aquellos que crecieron previamente a los 2000 recordarán el tedio de escuchar canciones en específico; el acto de tener que hablar a una estación para pedir una canción y esperar a que la pusieran sonará arcaico para las nuevas generaciones. Otra manera era mediante los CDs, pero estos eran costosos. Un disco popular costaba 200 pesos o más, una suma elevada considerando que los consumidores generalmente querían escuchar una canción nada más.
No es que no existieran los sencillos en CD, solo estos no eran tan comunes ni accesibles como alguna vez fueron los sencillos en vinilo de 7 pulgadas de 45 RPM. La solución más práctica para los consumidores era mediante los archivos de audio mp3. Al convertir discos en mp3, uno podía crear una biblioteca digital de música en sus computadoras y escucharla en el orden que quisiera. Usando este códec, se reducía el peso de canciones a tan solo unos cuantos megabytes con la menor pérdida de calidad posible, perfecto para descargas en internet.
La rocola celestial noventera
Fue entonces que, en los últimos años de los noventa y principios de los 2000, hubo toda una revolución musical. Cualquiera que vivió esos años recordará el file sharing en internet. Por medio de chat rooms, foros y plataformas peer-to-peer, personas de todo el mundo intercambiaban música con otros usuarios. La inmediatez del file sharing junto con los “discos quemados” y los reproductores digitales popularizaron el formato mp3 rápidamente.
De cierta forma los consumidores adoptaron el internet y otros avances en telecomunicaciones antes que las disqueras. El uso que le daban a estas plataformas era ilegal; descargar canciones sin pagar se trataba de un robo de propiedad intelectual, aunque era la forma más práctica para consumir solamente las canciones que uno quería. Desde la creación del formato mp3 en 1993 hasta las demandas legales a las principales plataformas de file sharing en los 2000s, la industria fue lenta en presentar tiendas en línea para comprar música.
El problema estaba en darle al consumidor lo que quería; al desunir el formato de álbum, perdían un fuerte ingreso. A Little Bit of Mambo de Lou Bega, álbum que contenía el éxito Mambo No. 5, vendió más de 4.5 millones de copias a nivel mundial. A la fecha hay pocas personas que recuerden otra canción del disco, aún así, las ganancias fueron millonarias gracias a una sola grabación; ganancias que serían inferiores de haberse vendido exclusivamente como sencillo.
Al no querer sacrificar ventas, la industria en vez de adaptarse luchó contra avances en hardware y software. En 1999, demandaron a una de las primeras desarrolladoras de dispositivos mp3 argumentando que su uso era ilegal. En ese caso perdieron la demanda, pero sí lograron ganar en el 2001 contra la plataforma peer to peer más popular del momento. Pero al vencer al pionero, múltiples alternativas de file sharing emergieron. Gran parte de estas con avances en transferencia y almacenamiento de datos que, al carecer de un servidor central, resultaban cada vez más difíciles de derrotar.
Te podría interesar: La relación de la música y la inteligencia artificial
iTunes y el presente en la nube
Las canciones llegaban ilegalmente a las computadoras de consumidores, a veces antes de que salieran al mercado. Tras varios intentos fallidos de lanzar tiendas en línea, unas con costos altos por canción y otras con límites estrictos de reproducción, existía un aire de desesperación entre las disqueras. Ya no podía pasar más tiempo, era hora de una solución y esta llegó por parte de Apple. En el 2003 Steve Jobs anunció la tienda en línea iTunes con la venta legal de música de las grandes disqueras a tan solo 99 centavos por canción y el resto fue historia.
Aun así, a 18 años de ese día, no ha habido punto final; la historia se sigue escribiendo. iTunes en su primer año vendió 80 millones de canciones y para el 2009 generaba el 25% de las ventas musicales. Parecía que al haber una tienda legítima en línea los problemas se habían solucionado. Desafortunadamente no fue así, se estima que el 95% de las descargas musicales de la época eran ilegales. Los hábitos de los consumidores seguían situados en las mismas actividades de 10 años antes.
El reto era generar una alternativa para convertir usuarios ilegítimos en legítimos; ser más convenientes que la piratería. La solución vino con el primer servicio de streaming musical proveniente de Suecia, país que por años fue considerado como paraíso de la piratería. El uso del programa fue gratis con anuncios o de paga sin anuncios. Del 2008 al 2014 en su país natal, la industria creció por más de 25% con tres cuartos de los ingresos totales proviniendo del streaming. El éxito de este modelo de negocios fue casi instantáneo y se replicó en el resto del mundo.
La rocola celestial de Goldstein al fin existe. Hoy hay más de 400 millones de suscripciones pagadas a estos servicios y el número sigue creciendo. Los beneficios son muchos: los usuarios no necesitan hacer espacio en sus discos duros, toda la música está en la nube; al no tener que bajar canciones, se reduce el riesgo de malware. La piratería se vio impráctica en comparación. Esto se pudo lograr gracias a los avances en telecomunicaciones en los últimos 15 años como:
- Internet de banda ancha que permite transferencia rápida de datos
- Surgimiento de smartphones y red 4G para reproducción remota de música
- Avances en data centers donde almacenar y transmitir la música
Consumir y descubrir música hoy es más fácil que nunca. Los consumidores al fin pueden escuchar solamente lo que quieren escuchar. La forma en que se consume produce y distribuye ha cambiado radicalmente y nunca volverá a ser igual. La pregunta es, ¿cómo habría sido todo si la industria se hubiera adaptado más rápidamente al internet? No se puede saber, pero entre avances tecnológicos y nuevas formas de consumir música, la industria no ha vuelto a ser la misma.
Si has llegado hasta acá, eres de los nuestros, apasionado por la buena música y por la tecnología, por eso no te puedes perder el episodio especial de Techcast by Alestra, donde Fer Nuñez y Aleks Syntek nos platican lo que ha significado para ellos la relación entre la música y la tecnología, y cómo gracias a las soluciones tecnológicas han enfrentado ese nuevo normal. Este podcast se da en el marco de nuestro evento Frecuencia Alestra, el próximo 9 y 10 de marzo.
Escucha el podcast Techcast by Alestra:
You Tube
Spotify
https://open.spotify.com/show/7o6nkfoNZ3DKSLkM7Aj7PH
Amazon
https://music.amazon.com.mx/podcasts/3b09a8e9-e0e2-402d-a38b-05c77878c442/Tech-Cast-by-Alestra
Regístrate a Frecuencia Alestra y únete a figuras como Alex Syntek, Gabriel Muñoz, Felipe Gómez y Fer Nuñez, además de líderes de la industria como Avaya, Call It Once, Cisco, Dell, Fortinet, HP Enterprise, Nutanix, Palo Alto Networks, Poly y Tenable en un espacio de alta especialización y networking de alto valor donde aprenderás todo sobre la tecnología que llevará tu empresa más lejos. #SomosExpertos
LIGA REGISTRO